Cada vez más personas vivimos un estilo de vida en el que prevalece la sobreestimulación de los sentidos. Constantemente nos encontramos expuestos a múltiples fuentes de estimulación tales como el teléfono celular, las noticias, las tablets, los juegos, la televisión, la música, el sexo, inclusive la comida, entre otras. Por otro lado nuestra programación más básica nos conduce a buscar fuentes de estímulo que nos den placer. Uno de los neurotransmisores más destacados en esta dinámica es la dopamina. Cuando hablamos de neurotransmisores nos referimos a sustancias producidas por nuestras neuronas y cuya función es transmitir mensajes entre ellas. Cada vez que se produce un estímulo placentero es liberada una cierta cantidad de dopamina. Esta sustancia es la responsable de darnos un empuje de motivación y de sensación de bienestar. Sin embargo nuestras reservas de dopamina son limitadas y por otro lado su síntesis toma cierto tiempo y energía en producirse.

Cuando se producen situaciones placenteras son liberadas determinadas cantidades de dopamina, sin embargo cuando la liberación de dopamina ocurre a una mayor velocidad que la de su síntesis nos enfrentamos a un escenario de «depletación» o agotamiento de las reservas de este importante neurotransmisor. Cuando una persona agota masívamente sus reservas de dopamina experimenta una rápida subida en su sensación de bienestar, esto quiere decir que frente a un estímulo importante, de un momento a otro son liberadas grandes cantidades de dopamina que viajan a través del sistema neuronal, pero una vez consumida por las células objetivo quedan relatívamente vacíos los depósitos y podría sobrevenir una sensación de desmotivación y pérdida del foco en los propósitos importantes, entre muchos otros efectos indeseables.

Al hablar de «salud dopaminérgica» entramos en el terreno del sistema de recompensa, la capacidad de toma de decisiones, el control de la motricidad, la producción de leche materna, la regulación de los ciclos del sueño, entre otros aspectos fundamentales. Es importante cuidar nuestros niveles de dopamina mediante una adecuada alimentación y cultivo de hábitos de vida saludables. Algunas investigaciones coinciden en la importancia de realizar actividades que nos generen un reto y que contribuyan a nuestro bienestar físico y mental, tales como el entrenamiento físico apropiado, el ayuno intermitente bien realizado, la práctica de la meditación o atención plena, la desconexión a los aparatos electrónicos durante ciertos períodos de tiempo, la práctica del silencio, así como la disminución de actividades de exacerbación de los sentidos, tales como escuchar música a alto volúmen, el consumo de alcohol y otras drogas recreativas, la pornografía, entre otros.

Aún queda mucho por aprender de esta hormona, también llamada el neurotransmisor de la felicidad, pero por el momento podemos hacer bastante para ayudar a nuestro organismo a sintetizarlo y dosificarlo convenientemente, de esta manera tendremos siempre altas nuestras reservas de esta sustancia y por lo tanto de felicidad almacenada en nuestras células.

Para mayor información sobre este tema recomiendo estas dos fuentes:

Ayuno de Dopamina: Resetea tu cerebro y haz los cambios difíciles | Dr. La Rosa

¿Qué es la dopamina y qué funciones tiene?