La palabra compromiso está llena de acción, un verbo que puede cambiarnos la vida, si así lo decidimos. Una promesa la cual cumplir, un pacto que tiene vigencia en el tiempo, un acuerdo al que llegan dos o más personas. 

Similarmente, en una relación de pareja, prometemos amor eterno, estar con la persona amada en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. En una relación laboral, firmamos un contrato donde se establecen horarios, pagos, vacaciones y hasta penalizaciones, esto por compartir dos ejemplos. Ahora, te has preguntado alguna vez, ¿cuál es mi compromiso personal? ¿Qué estoy haciendo hoy para acercarme a quien quiero ser? ¿Estoy dispuesto a trabajar constantemente para ese crecimiento?

Si bien es cierto que los días tienen sus distintos matices, también es innegable que tenemos la opción de elegir entre las excusas y las posibilidades.

No obstante, cuando no existe el compromiso, las quejas toman prioridad en nuestro vocabulario, nuestra atención se dirige al discurso de: “No puedo, no creo, esto no es para mi, no soy capaz”. De esta manera nos quedamos navegando en el mar de las excusas, responsabilizando a otros de nuestra vida, sin realizar cambios que nos impulse a mejorar.

Es posible, decidir comprometernos con nosotros mismos, haciéndonos responsables de nuestras acciones, buscando las posibilidades que nos brinda cada alternativa de la vida y trabajar arduamente para convertirnos en nuestra gran obra maestra.

En este viaje de regreso a mí, descubrí que el compromiso conmigo, es el valor que me ayuda a crear cada día, es la fuerza que me sustenta, es el amor que me levanta.

Fácil no es, sin embargo, vale la pena, cada minuto que dedico a ese acto de amor propio, es sin duda, la magia que me lleva a encontrarme con mi esencia.

Hoy digo si ¡Si quiero!

¿Y tú?

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