Hay una presión constante entre las personas, en nuestras familias, amigos, entorno laboral, conocidos, incluso hasta desconocidos, que tienen una influencia como motivadores en las redes sociales, promoviendo que te sientas bien siempre, manteniendo una actitud positiva y proactiva en todo momento.
Todas las personas, incluyéndome, tenemos la mejor intención de dar estímulo para que te ubiques en el “Bien-Estar” sin embargo, en la realidad y en nuestra cotidianidad, esto se hace cuesta arriba, incluso puede convertirse en un factor de estrés adicional, en esa sensación constante, que no hay permiso para sentirse sin fuerzas, ni deseos de lograr algo, mucho menos, para rendirse y dejar fluir, todo lo que realmente está ocurriendo en nuestro mundo interno.
Y así, comenzamos a darnos cuenta que el estar bien, comienza con nosotros mismos. Sentirnos bien, incluido aquellos momentos, cuando estamos percibiendo emociones displacenteras como la tristeza, el desagrado, miedo, la molestia o cólera, o cualquier otra emoción que no nos mantiene en nuestra mejor vibración personal, pero que no deja de existir por ello.
Es necesario, que nos aceptemos en lo personal y relacional, en esos momentos que no están relacionados con alegría, ni entusiasmo. También, lo displacentero nos pertenece, haciéndose necesario vivirlo y dejarlo evolucionar, para descubrir ese otro lado que nos hace más vulnerables y nos coloca en una relación con nuestro entorno, poco aceptada y tolerada, pero que no se desaparece, solo con pensar que no existe lo que estamos sintiendo.
Las emociones, no gratas o que nos colocan en un sentir sin placer y agrado, nos retan al aprendizaje, a la introspección, al reconocimiento propio y de otros, a demostrar nuestras habilidades para gestionarlas, pero especialmente, a crecer y desarrollar la fortaleza de nuestro universo interior, lo que nos permitirá, mejorar nuestra capacidad de empatía.
Por lo tanto, más que negarnos a reconocer que no nos sentimos bien, que me siento triste, molesto, decepcionado, cansado, sin ánimos, hay que identificarlo y luego permitirlo en nuestro ser, pues la buena noticia en todo esto, es que va a pasar, en ocasiones por nuestro propio deseo de salir de ese estado, conectarnos con lo agradable y en otras oportunidades, conversándolo con alguien confiable o algún profesional que no ponga juicios, sobre esa “baja vibra” que estás viviendo y que hay que cambiar para que seas “feliz”.
Los estados de bienestar, los vamos a identificar con el amor y la paz, más que con lo que me hace feliz o no. Cuando te encuentres en esos momentos de “no estar bien”, te sugiero puedas vivir el proceso con estas breves claves y verás como el cambio de ese sentir no grato, va cambiando, sin presión, sin esfuerzos, sin estrés, sin obligación.
No se trata de obviar lo que nos pasa cuando no nos sentimos bien, se trata de aceptar que es parte de nuestro ser y nuestra vida, que es transitorio y que lo único permanente es mi capacidad de aprender, seguir sintiendo y pasar de los momentos en los cuales “quiero comerme al mundo”, a los que quiero rendirme, reconociendo que lo único constante es mi capacidad de vivir los cambios retomando el amor y la paz que vive en mí.
Tienes el permiso de “no estar bien” y el derecho a Estar bien, no porque quien escribe esto te los da, sino porque ya comprendes que es parte de ti y vas aprendiendo a vivir bajo tu propia piel.