El mundo está viviendo con gran zozobra el desarrollo de una pandemia que no sabemos cuándo va a terminar, pero que, sin duda, ya nos ha cambiado la forma de vivir, de actuar, de relacionarnos y hasta de alimentarnos.
Uno de esos grandes cambios es el del ejercicio ciudadano, que se ha visto bastante impactado con las medidas tomadas por nuestros gobernantes para atenuar los impactos de la pandemia del COVID 19 en la población, pero también por la irresponsabilidad de los propios ciudadanos y los grupos políticos que erosionan severamente las medidas de prevención sanitaria, tal como lo explicaremos en las próximas líneas.

Un primer impacto, lo hemos experimentado a la hora de ejercer el voto ciudadano, en los diversos países, donde se han desarrollado elecciones generales creció notoriamente el ausentismo electoral por el temor a contagiarse en las aglomeraciones que se forman con las filas de votantes, ante ello, cientos de miles de personas prefirieron dejar de lado el ejercer su derecho ciudadano al sufragio y optaron por quedarse en casa, la salud es primero.

Un segundo impacto, es la casi nula participación ciudadana en la fiscalización de los actos de gobierno locales regionales y nacionales, generando una gran preocupación, ya que al no haber seguimiento de cómo se realizan las obras y/o se gastan los presupuestos, es casi seguro que los actos de corrupción deben de haber aumentado notoriamente, para muestra un botón, en Perú el gobierno dio dinero a los gobiernos locales para que compren canastas con víveres para ser repartidos en la población y la gran mayoría de municipios que fueron fiscalizados por la Contraloría General de la republica cayeron en actos de corrupción como la sobrevaloración de los productos adquiridos o la entrega de víveres a quienes no les correspondía, o la contratación de amigos o familiares para la entrega de dichas canastas. También, ocurrió lo mismo con las licitaciones para la compra de mascarillas e insumos para la protección sanitaria, en fin, la nula fiscalización de estos actos ha sido propicia para que la corrupción campee por doquier.

Un tercer impacto, es el relacionado con la educación ciudadana, aquí también vemos como las personas se han mostrado reacias al respeto de las medidas de prevención sanitarias y el aislamiento social. Acciones tan sencillas de cumplir como el correcto uso de la mascarilla sigue siendo un tema recurrente del día a día. Asimismo, el aislamiento social; la gente sigue reuniéndose a escondidas en las llamadas fiestas COVID, para divertirse sin tener ningún reparo en que su propia salud, las de sus familiares o la de sus amigos podría verse seriamente comprometida, siendo un acto de irresponsabilidad. A esto también debemos sumarle las protestas callejeras de los grupos políticos, que siendo ellos los que deberían dar el ejemplo y coadyuvar al gobierno a la labor de prevención, actúan de manera imprudente, poniendo como excusa la defensa de la democracia.
En conclusión, hay mucho por trabajar desde la ciudadanía activa y creemos que es una gran tarea que deben de abordar con suma urgencia los gobiernos nacionales y subnacionales, pero también la sociedad civil en su conjunto, para fortalecer la base democrática de nuestros países y que se garantice mejores oportunidades de desarrollo para nuestros ciudadanos.

Esta pandemia nos sigue mostrando aspectos que pensamos ya superados, pero que lamentablemente, siguen acechándonos, el autoritarismo, la indiferencia social, lo que sumado a la corrupción, son los grandes flagelos que debemos enfrentar abiertamente y sin temor; como dijo el poeta Cesar Vallejo “Hermanos, hay mucho por hacer”.