logo-1-2
Conectando desde el ser

El arte de comunicarse como emigrante

Lo bonito de hacernos entender es que le damos una sazón nueva a nuestro español. Nos adaptamos, nos integramos, nos hacemos parte de una nueva realidad lexical.

Una reflexión entretenida sobre cómo hablamos entre hispanoparlantes.

Tenemos un idioma común y múltiples maneras de comunicarnos, sobre todo cuando llevamos nuestra lengua con nosotros hacia donde emigramos.

Estando en países distintos al propio tendemos a mezclar nuestras voces con las del pueblo que estamos conociendo, y lo importante, en el ámbito de la comunicación, es saber si estamos entendiendo lo que nos dicen o si nos hacemos entender. Vale además preguntarse: ¿soy capaz de conectarme con otros, de verdad?

Esa conexión emocional que producen las palabras las empezamos a sentir en las actividades cotidianas que hacemos. Allí en los supermercados, en los restaurantes, en las reuniones sociales nos damos cuenta de la variedad de modismos y expresiones que pueden nutrir nuestro vocabulario, esas que debemos usar para integrarnos al país de acogida. Así…

…yo digo tomate, tú jitomate; tú hablas de chile, yo de ajíes. Palta es aguacate; auyama es calabaza, zapallito es calabacín, batata es camote. Si quiero hacerme una crema espesa y amarillita de apio, me darán célery para hacerme un caldo.

Pido un jugo de fresas, me dicen que tienen zumo de frutilla. Busco parchita para hacer un quesillo, y me dicen que quesillo es un tipo de queso blando, con poca sal, y maracuyá es la ansiada fruta tropical. Por fortuna el mango es mango en todo el planeta Tierra.

Ya sé que el cambur es banana y del simple plátano verde para mí, hoy sé que puede ser plátano burro, tabasco, macho e incluso hay plátano rojo, sin contar las denominaciones en Asia y África.

Si te digo celular, tú dices móvil. Si te digo vehículo, carro, tú dices auto, automóvil. Yo digo moto y tu motora o motoneta. Tú dices colectivo, buseta, camión, guagua, yo digo autobús, camionetica o carrito por puesto.

Por cierto, guagua en el sur es un bebé que no llevas de carrete, por ejemplo, es decir, no llevas de juerga, de bochinche, de fiesta.

Como en tu país, en tu nuevo lugar de residencia sufres por la cola, tranca; el atasco, el embotellamiento. Te alegras porque conseguiste un nuevo apartamento, piso o departamento, aunque deberás buscar a un plomero o fontanero para que te arregle la llave, el grifo, la canilla. Y no puedes olvidar comprar mantas, frazadas o cobijas para cuando llegue el invierno.

Aprendes rápido las expresiones prohibidas. La concha puede ser una mala palabra; la boludez tiene sus matices despectivos. Oyes sobre la raja y sabes que tu nuevo wey, tu reciente amigo, la está pasando genial. Claro mientras haya buena música porque de lo contrario todo se pondrá fome o aburrido y allí todo puede resultar pinche o insoportable.

Escuchas que hablan de Julián, el mono y critican a Rita porque ahora es macha. En ambos casos están refiriéndose a personas de cabello rubio o catire o güerito. A alguien como yo pueden decirle trigueño o mulato, soy como un café con leche, nieto de mi abuelo que era como un tinto, oscuro como el color del cacao.

En nuestras casas saboreamos las palabras a nuestra manera y, a veces esas formas las toman en préstamo nuestros agradables interlocutores. Numerosas personas ya conocen lo que es un chamo, un pana; una arepa con perico, un bululú. Traduciendo: un joven, alguien amigo; una arepa con revoltillo de huevos y una reunión de gente alborota y escandalosa, como cuando fuiste al último concierto prepandemia.

Muchos desciframos rápido el valor de la pincha, el laburo, el trabajo. Reconocemos el frescor de un emoliente o de un rico mote con huesillos.

Si eres de las personas que dice virar y llamar pa’ tras, o sea, devolverse y devolver la llamada; si escuchas que te preguntan por vacunearte la carpeta, es decir, aspirarte la alfombra; si te gustaría enchilar la troca, o lo que es lo mismo, acomodar una camioneta, ponerla tuning, modificar su apariencia. Si buscas arreglar el likeo, o sea, acomodar esa molesta filtración, seguro estás en Estados Unidos, haces calco del inglés y usas el espanglish a cada minuto. ¿Eso es malo? No, es un poco irresponsable con tu propio idioma, si nos ponemos estrictos lingüísticamente hablando.

Lo bonito de hacernos entender es que le damos una sazón nueva a nuestro español. Nos adaptamos, nos integramos, nos hacemos parte de una nueva realidad lexical.

Con la lengua nos conectamos desde el amor por las palabras que nombramos a diario, y eso puede resultar una lección a aprender muy entretenida.

Florángel Quintana

Mentora en Comunicación, Escritora, Asesora Literaria

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *