Latinoamérica está pasando por una serie de temblores y terremotos políticos que auspician la venida de una nueva corriente democrática, basada en la persona humana y en la vigencia plena de sus derechos y obligaciones. Con mucha facilidad podemos encontrar varias señales y la más interesante de todas es el rol que están jugando las mujeres en este nuevo rumbo.

Basta con ver la participación activa de las mujeres en las diversas facetas de la actividad económica, social, cultural, política, comunicativa, deportiva, científica, literaria, entre otras, para comprender que estamos en nuevo escenario de la participación ciudadana y del fortalecimiento democrático, donde la mujer va tomando decididamente el liderazgo que le había sido negado por cientos de años. Una democracia sin la participación de la mujer, sencillamente, no es posible.

Podemos como sociedad sentirnos aliviados que la mujer tome el liderazgo y asuma los retos que nos plantea el siglo XXI; pero no todo es fácil, aún hay algunos intereses reinantes, que tratan de cerrarle el paso a la participación femenina, por lo que debemos estar alertas para que esto no suceda en nuestros países de América: una patria es grande, no por su extensión, sino por su amplitud de pensamiento e inclusión social.

A tiempo, apoyemos todas las iniciativas que surjan de las mujeres latinoamericanas, ellas mejor que nadie, saben del sacrificio que les ha costado llegar a donde se encuentran ahora, nada les ha sido dado, con su propio esfuerzo han creado las oportunidades que les han permitido alcanzar los logros que tienen hoy, pero aún falta más en la apertura de la participación femenina. Para comenzar, no debería haber discriminación salarial, este es un tema vital que urge darle solución en cada uno de los países del continente, el otro es la violencia contra la mujer, esta no debe ser permitida, pues no solo afecta a las mujeres, sino a todo su entorno familiar.

Igualmente, es tiempo de levantar nuestra voz en alto y pedir que los organismos internacionales pongan toda su energía en la situación crítica que están pasando las mujeres en Afganistán, la represión, la violencia y el cierre de centros académicos, no son más que una afrenta a la condición humana, una estructura mental inflexible, fanática y excluyente no pueden acallar el protagonismo de las mujeres musulmanas, la comunidad internacional tiene el deber moral de apoyarlas.